Afonía
El jueves comencé a estar ronca, pero carraspeando un poco se me entendía bien... El viernes por la mañana comencé a tener problemas para que se me escuchase, pero cogiendo un poco de aire conseguía hacerme entender... El viernes a mediodía ya no me salía casi la voz y parecía que estuviese susurrando... La tarde del viernes comenzó mi agonía; mi voz no era más que un susurro por mucho que intentase hablar en alto.
Hoy, sábado, ha sido un día terrible. Nunca me había pasado esto y realmente me hace sentir indefensa. Quizá sea exagerado, pero verme privada de mi voz de esta manera es como una tortura. Saberme incapaz de gritar en caso de peligro o en una situación tan cotidiana como hablar con alguien de una habitación a otra de la casa es agobiante.
No sé qué me ha pasado para terminar así, pero haciendo suposiciones puedo pensar que ha sido por los constantes cambios de temperatura en el autobús con el abrir y cerrar de puertas, con la calefacción y la ventana abierta o simplemente una gran mezcla de todas ellas.
Por suerte, este fin de semana me tocaba libre, así que todavía me queda un día para recuperarme y estar en perfectas condiciones el lunes por la mañana. Si el viernes ya tuve problemas para que algunas personas me escuchasen, no quiero ni pensar lo que pasaría si tuviese que ir a trabajar en las condiciones en las que estoy hoy.
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